Los Gilgurús del Postureo™: De gurupoyas con PowerPoint a influencers de humo premium (1 de 2)
En el lejano Oeste, existía un personaje tan carismático como embaucador: el vendedor de tónicos milagrosos. Montado en su carreta, recorría pueblos prometiendo remedios para el reuma, el desamor y la mala suerte. Lo suyo era puro espectáculo: voz imponente, gestos medidos y elixires de dudosa eficacia.
¿El producto? Agua coloreada. ¿La clave del éxito? Promesas brillantes envueltas en retórica convincente.
Hoy, ese personaje ha resucitado con otro look: ropa neutra, micro de solapa, Instagram activo y sonrisa de iluminado. Ya no vende tónicos, pero sí ebooks, mentorías y programas de “transformación personal” cargados de frases de autoayuda… y mucho humo emocional.
Ejemplo real:
Un tipo que dice haber “trascendido su ego” en un retiro de fin de semana en Tulum y ahora ofrece un taller de “reconexión vibracional” por Zoom a 222 €.
Bienvenidos al universo de los gilgurús digitales™: los nuevos vendehumo premium con WiFi, branding personal y suscripciones mensuales.
El nuevo charlatán: estética de gurú, contenido de aire
Estos nuevos perfiles no buscan formar, sino inspirar con rentabilidad. No hay método ni recorrido contrastable. Solo relatos épicos de autoayuda, frases motivacionales recicladas y un curso de 197 € con acceso “de por vida”.
Sus herramientas no son libros ni logros, sino:
- Storytelling emocional y melodramático.
Ejemplo: “Después de tocar fondo emocionalmente comiendo pan de molde industrial, decidí sanar mi linaje energético y ahora ayudo a otros a despertar su luz interior.” - Palabras como “vibrar”, “alinear”, “activar” o “manifestar”.
Ejemplo: “Si no estás facturando es porque aún no has activado tu frecuencia de abundancia. Te enseño cómo en mi taller ‘Manifiesta y Monetiza’.” - Carruseles en redes con frases que, leídas dos veces, ya no significan nada.
Ejemplo real: “No eres tu miedo, eres la expansión que aún no recuerdas que eres.” (¿?) - Un manejo quirúrgico del arte de sonar profundo… sin decir absolutamente nada.
Ejemplo: “Todo está dentro de ti. El exterior solo es el reflejo del espejo del alma que aún no has pulido.” ¿Perdón?
Del gurú empresarial al influencer emocional
Hace diez años, el gurú de moda te hablaba de emprender, de dejar tu jefe, de fundar una startup y “vivir de tu pasión”. Hoy, el mensaje ha mutado: ya no se menciona el business plan, sino la frecuencia energética, la abundancia cuántica y otras etiquetas místicas que —casualmente— terminan en un botón de “Comprar ahora”.
Ejemplo:
Antes: “Lanza tu negocio digital en 30 días.”
Ahora: “Descubre cómo vender desde tu chakra corazón sin sentir que vendes.”
Pero hay un hilo común:
Prometer mucho con poco esfuerzo.
Porque, al fin y al cabo, ¿para qué estudiar, probar y fallar si puedes pagarle a alguien para que “te desbloquee”?
¿Y cuál es el problema?
El problema no es querer ayudar.
No es crear cursos online.
No es vivir de compartir experiencias.
El problema aparece cuando:
- Se venden soluciones mágicas para problemas reales.
Ejemplo: Ofrecer “rituales para atraer clientes” en vez de enseñarte cómo funciona un embudo de ventas. - Se sustituye el conocimiento por estética cool.
Ejemplo: Una web impecable con fotos de atardecer y frases tipo “Cree, crea, crece”… pero cero contenidos útiles. - Se glorifica el atajo y se desprecia el esfuerzo.
Ejemplo: “Yo no estudié nada, solo escuché a mi alma… y ahora vivo viajando mientras enseño cómo monetizar tu esencia.” - Se mercantiliza el malestar emocional sin ofrecer herramientas útiles.
Ejemplo: Gente vendiendo sesiones de “reconexión interna” a personas con ansiedad, sin ningún tipo de formación en psicología.
Porque mientras tú te formas, trabajas, caes y aprendes…
hay quien finge haber renacido tras una crisis editada y te cobra en cómodos plazos por contártelo.
El valor de lo auténtico
Frente a tanto humo de diseñador, aún resiste lo que no pasa de moda:
- La formación real (la que duele en la cabeza, no en el bolsillo).
Ejemplo: Leer, equivocarse, corregir, y no simplemente “integrar sabiduría ancestral” por intuición. - El trabajo continuo (el que no da “likes”, pero sí resultados).
Ejemplo: Profesionales que llevan años perfeccionando lo suyo sin grabarse llorando en stories. - La experiencia sincera, llena de errores, dudas y aprendizajes reales.
Ejemplo: Quien te dice: “Esto no es fácil. Y sí, a veces me va mal.” Sin maquillaje emocional. - Y, sobre todo, la honestidad: compartir sin prometer milagros.
Ejemplo: Personas que enseñan desde lo que saben, no desde lo que aparentan haber vivido.
No todo debe ser solemne, pero sí responsable.
No todo necesita ser académico, pero sí útil.
Y si vas a enseñar… que al menos sepas de qué estás hablando.
Conclusión: la historia se repite, el envoltorio cambia
El charlatán del siglo XIX ofrecía remedios imposibles desde su carromato.
El gilgurú moderno lo hace desde su cuenta de Instagram.
Uno vendía aceite de serpiente.
El otro vende frases envueltas en filtros cálidos y promesas instantáneas.
Ejemplo actual:
Un perfil que combina citas de Osho, fotos en Tulum y cursos sobre “activar tu prosperidad inconsciente”… por 555 €.
Ambos tienen carisma.
Ambos venden humo.
Y ambos prosperan… mientras haya quien prefiera el atajo al camino.
Inspirarse está bien.
Pero que no te vendan “despertar espiritual” en PDF.
Porque la transformación real no se descarga. Se trabaja.
En la siguiente Corner te enseñaré a 🔍 Cómo detectar a un gilgurú digital™ antes de que te cobre por respirar
