La DANA: un punto de inflexión

La DANA: un punto de inflexión para el sector asegurador

La DANA que azotó el sureste de España el pasado año se ha convertido en la catástrofe natural más costosa de la historia para el sector asegurador nacional. Con más de 3.800 millones de euros en indemnizaciones —entre el Consorcio de Compensación de Seguros y las aseguradoras privadas—, el episodio ha marcado un antes y un después en la gestión de riesgos climáticos.

Los daños totales superaron los 4.800 millones de euros, lo que significa que las indemnizaciones ya han cubierto cerca del 80% de las pérdidas. A modo de referencia, el terremoto de Lorca en 2011 generó compensaciones ocho veces menores, y ni siquiera las históricas inundaciones de 1983 alcanzaron cifras similares.

La magnitud de la respuesta también fue inédita. En apenas dos semanas, el Ministerio de Economía y UNESPA activaron un Procedimiento Operativo Especial (POE) para coordinar la actuación de 38 aseguradoras —que representaban el 98% del mercado valenciano—. Se movilizaron más de 4.000 reparadores, 2.300 peritos y 1.800 tramitadores, además de 45 centros de atención para los más de 249.000 asegurados que presentaron reclamaciones.

A día de hoy, el 97,5% de los casos ya ha sido resuelto, aunque todavía falta por cerrar el 2,8% de las indemnizaciones de viviendas y el 1,3% de vehículos. Los automóviles concentran el 60% del total de pagos, una cifra que pone de relieve tanto la obligatoriedad del seguro de coche como la necesidad de ampliar la cultura del aseguramiento del hogar, todavía insuficiente en muchos casos.

Localidades como Paiporta, Catarroja, Algemesí y Aldaia han sido las más afectadas, sumando más de 84.000 reclamaciones por un valor cercano a 1.200 millones de euros.

Más allá de las cifras, la DANA ha evidenciado la capacidad de respuesta de un sector clave para la estabilidad económica y social. Pero también ha abierto un debate necesario: cómo fortalecer la resiliencia del tejido empresarial y doméstico ante fenómenos meteorológicos cada vez más extremos.

Para los profesionales del sector, el aprendizaje es claro: la prevención, la digitalización de procesos y la colaboración público-privada no son ya una ventaja competitiva, sino una condición indispensable para afrontar el futuro.